lunes, 5 de diciembre de 2011

Leer...¿será malo para la política?


Hace tiempo que me interesaba abordar el tema del conocimiento, pero creo que, debido a los hechos recientes en el ámbito de la política mexicana, éste es un buen momento para escribir al respecto. A pesar de que no es mi intención centrar mi comentario en la política partidista (lodazal escabroso en el que se ensucian aquellos con intereses particulares y de naturaleza sospechosa), sí quisiera contextualizar mis pensamientos en el peculiar resbalón (por no llamarlo de otra manera) de Enrique Peña Nieto, en el marco de la Feria Internacional del Libro. Si no saben a lo que me refiero, les dejo el siguiente link a You Tube: http://www.youtube.com/watch?v=C3NKGfoTACg&sns=fb.
¿Listo? Muy bien. Lo primero que llama mi atención no es el hecho de que un pre-candidato a la presidencia de México carezca de una educación fundamentada en la literatura, la historia y la cultura en general. No. A estas alturas, hemos podido observar, a través de los ojos de las televisoras nacionales y mundiales, errores garrafales cometidos por personas elegidas “democráticamente” para ser representantes de sus respectivas naciones. México no ha sido el único país en hacer despliegue público de gran ignorancia y actitudes prejuiciosas; todos presenciamos (con horror, en mi caso) los desatines descomunales del ex-presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, George W. Bush. 
Lo que verdaderamente llama mi atención es la despechada justificación que han aportado los valerosos defensores del partido tricolor: no importa que Enrique Peña Nieto haya demostrado ser un iletrado (aunque forme parte de un nivel socio-económico de élite, con acceso prácticamente ilimitado a cualquier forma de educación y cultura), de todas formas, ¿a poco los que critican realmente son tan cultos? ¡Si nadie lee! Este es el legítimo y aristotélico argumento de quienes defienden un suceso tan lamentable. En este momento, hago una pausa, me detengo a ver la pantalla de la computadora, atónita; porque no puedo comprender la magnitud de la ignorancia en dicho “razonamiento”, la cual supera en gran medida al disparate de Peña Nieto. Me parece que es algo así como “Ah, ¿sí? Pues, pues….¡tu mamá también!”
Entonces puedo abordar el asunto que verdaderamente me interesa: vivimos en una especie de seudo-nación, seudo-sociedad y seudo-civilización, carente de cimentación en el progreso y mejora constante de la raza humana, de los elementos intrínsecos que la separan de los animales y se sus impulsos primigenios. Cuando la imprenta fue creada, y con ésta la posibilidad de que miles de textos fueran difundidos, inició una nueva etapa inimaginable en la historia de la humanidad. Fue un gran paso inicial hacia la educación de las masas, y con esto, hacia la futura lucha por la democracia. La cual, por cierto, Platón afirmaba inexistente y falaz si el pueblo que elige a sus gobernantes es ignorante.
Sin embargo, y paulatinamente, el pueblo, la masa y los individuos, se alejan de la cultura y la sabiduría, de manera inconsciente, pero voluntaria. La tecnología nos abre puertas a nuevas formas de transmisión informática y conocimiento, pero definitivamente es más divertido hacer uso exclusivo de ellas para el ocio y el entretenimiento. Aclaro que me refiero al concepto actual que se tiene del ocio, y no a su sentido original en la Antigua Grecia, que hacía referencia al momento de gran introspección y reflexión que lleva a la revelación de grandes conocimientos. Pareciera que, como especie, sabemos crear herramientas, pero muchas veces no las sabemos usar. No me extraña entonces que, volviendo al tema de la imprenta, uno de los libros más extendidos en aquel tiempo fuera el macabro Martillo de las brujas, cuyo contenido alentaba a la intolerancia de género, la violencia y la misoginia.
Me parece una situación lastimosa. Leo con tristeza la indignación ingenua de los priístas; porque dicha indignación está mal encaminada. Su enfado debería alentarlos a exigir un mejor candidato, o la superación personal y profesional del mismo. Debería empujarlos a trabajar en su partido; en desarrollar mejores políticos, no sólo maquillarlos, engomarlos y abrillantarles los dientes para que luzcan perfectos. Mejor sería perfeccionarlos de manera integral, en todas las facetas de su persona, para que realmente fuesen merecedores representantes del pueblo. Puesto de otra manera, los mejores corredores de la carrera, y no los que simplemente consumieron esteroides.
Por supuesto, los demás partidos deberán “echar las barbas a remojar”. Los que se vean reflejados en la metida de pata de Peña Nieto, deberán utilizar su tarde de domingo para darle una repasadita a los libros que, seguramente, han de fungir como decoración en sus ostentosos libreros de madera. Quizás, también podrían asistir a más eventos culturales (música, danza, tradiciones milenarias, pintura, fotografía, etc.), y encontrarían que hay mayores placeres en la vida que acumular bienes, poder y dinero. Porque, de verdad, sí los hay. Son placeres que, a diferencia de los anteriores, sí podemos llevarnos a la tumba. Consisten, no en el conocimiento por el conocimiento, o por la ambición de la erudición, sino en el disfrute de la vida, de las expresiones culturales que nos hacen humanos, que nos enriquecen, y que nos dan la capacidad de relacionarnos con el otro, por muy diferente que éste sea.
Ya sé. Me leo muy utópica. Disculpen mi ilusoria aspiración a las cualidades más harmónicas y bellas de los seres humanos. Es algo que adquirí en las muchas páginas de grandes aventuras, historias mitológicas y fantásticas, relatos bíblicos, poemas, biografías, ensayos y anécdotas de autores que así pensaron en su camino por la vida. Jamás he podido (ni querido) cambiar esa parte de mi personalidad, por mucho que me fastidiaran los tantos peñanietos de la vida, cuando encontraba gran satisfacción en abrir un libro, y leer.

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