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domingo, 16 de julio de 2017

Sobre lo innombrable



Por Fatima GalBos

Omnipresente en cada aspecto de nuestra vida, el lenguaje permea prácticamente toda la existencia humana en colectividad. Sin aventurarme a entrar en debate sobre si el lenguaje nos distingue como especie –materia escabrosa y para algunos refutable-, a veces me pregunto qué tanto nos limita; si, en ocasiones, nos obstaculiza.

“Visions” — Illustrador: Jefferson Muncy
Pudiera parecer un pensamiento extraño proveniente de una escritora, siendo que mi razón de ser gira en torno a la expresión artística a través de la palabra. Pero quizás es justamente esta condición la que me lleva a enfrentarme con situaciones en las que la estructura del lenguaje, como lo conocemos al día de hoy, se me presenta insuficiente.

¿Cuánto hay en la experiencia humana que resulta indescriptible? Aquellos pensamientos que se filtran por el delicado velo de la razón y que parecieran no tener sentido, o en todo caso, escaparse de nuestro control. ¿Y qué es el control, si acaso existe? ¿Deberíamos dejar que existiera? ¿Quién no ha tenido un pensamiento emergente, sorpresivo, amorfo, que quisiera descartar, hacer a un lado, negar, ignorar o evadir?

Es el último confín del ser y su libertad. Tan poca intimidad va dejando la desenfrenada vorágine tecnológica, que poco a poco nos vamos quedando sin la privacidad del pensamiento, ese derecho implícito que poseemos al tener una mente –aún- impenetrable.

Es el territorio más fértil para sembrar tanto el terror como la belleza; para sentir formas indecibles de amor, carentes de la categorización absurda impuesta por el lenguaje. Si algo nos enseña el mismo es que todo cuanto existe debe relacionarse a otro objeto semejante y pertenecer a grupos aglutinantes y finitos.
Pinterest via Michelle McGrath


Por eso es que el amor sufre una crisis en estos tiempos (aunque quién soy yo para limitar el fenómeno solo a una época). Es con la herramienta del lenguaje que hemos decidido –impuesto- las verdades del amor, sus parámetros y circunstancias, siendo que la mera naturaleza de estos conceptos es antagónica a la esencia del amor.

¿O es que no se trata de uno de los sentimientos más sinceros, espontáneos y, por ende, libres? O quizá yo también, en mi afán por describirlo, termino limitándolo. De cualquier forma, insisto en que existen tantos matices, colores, formas, medios, distancias, magnitudes y dimensiones en las que se puede sentir amor que el resultado son amores innombrables, sin definición.

Tristezas indescriptibles, alegrías complejas; todos los sentimientos y sus combinaciones que, sin importar cuánto lo intentemos, carecen de un sentido de justicia hacia la sensación pura, cruda, originada en los laberintos de la mente. Y no es que me rebele en contra de la utilidad del lenguaje, sino simplemente que a veces me resulta atadura.

En ocasiones, lo siento como un grillete que me impide un vuelo hacia la totalidad de mi ser. De EL ser. Me paso la vida saboreando lo innombrable, encontrando insatisfactorias mis habilidades para describirlo en palabras que abarquen su complejidad, sus tantas capas y niveles:

Los miedos subyacentes en el devenir diario; la ansiedad existencial que se cola entre los hilos de mi almohada al anochecer; la gratitud de presenciar un breve momento de inextinguible belleza y la tranquilidad de sentirme viva en un instante de quietud y silencio; el temor punzante, el vuelco en el estómago ante el recordatorio de la ineludible muerte; la resignación ante la volatilidad de nuestra frágil sociedad, peleando contra el impulso de supervivencia, de lucha.

La terrible realización de que todos los días tendremos algo que en un futuro cesará de existir, al tiempo que albergamos anhelos que aún no se ven manifestados; que la felicidad de la niñez se vuelve añoranza, mientras vivimos, en el mejor de los casos, la manifestación de las ilusiones formuladas durante la infancia.

El duro golpe de la inmediatez que intenta engullir nuestro tiempo. Y todos estos pensamientos fugaces en unas cuantas horas, en un día, en 5 minutos. Imaginar qué sería distinto si hubiéramos asistido a aquel evento, o hecho aquella llamada. Fantasear con todas las posibilidades futuras, tanto alegres como dolorosas.

Encontrado en Pinterest. Crédito para el artista.
Convencernos de los sentimientos que queremos sentir, aferrándonos, nuevamente, a la sensación de control, cuando tal vez lo más feliz sería dejarnos ir…Como Ophelia, consumida por su amor como sus pulmones por el agua, dejándose arrastrar entre lirios y maleza, libre al fin de toda limitación mortal.

Me refiero, no al suicidio literal, sino a la muerte de nuestros paradigmas mentales. ¿Y si nos rendimos ante el caos interno del último santuario individual que es la mente? ¿Acaso no existe la posibilidad de que encontráramos inesperada belleza? Es mi humilde hipótesis que el odio, la perversión, la violencia y la maldad no pueden provenir más que de la opresión, de una esclavitud inicial, del autocastigo y la autocensura.

Si dejáramos de definirnos a nosotros mismos podríamos encontrar que somos algo más grande, más poderoso y hermoso que cualquier categorización. Vivimos muchas vidas, reales e imaginarias, en una sola vida humana. Y todo sentimiento primigenio surge de nuestra esencia más noble. Es nuestra conceptualización de las cosas, de los sucesos, lo que tergiversa. Porque la deformación del pensamiento a través del masoquismo es la corrupción del alma. Aunque ocultos, los pensamientos carcomen.


Quién sabe cuál será la verdadera libertad del ser. Por lo pronto, yo la sigo encontrando innombrable.