lunes, 18 de junio de 2012

El mundo perfecto

No escribo poesía...sólo pensamientos que se vomitan en papel...


El mundo perfecto


Existe un mundo perfecto
Existe en mi corazón
Allá arriba en los vientos del alma
Allá donde soplan reguiletes de color

Alzo la mano y lo toco
Apenas con las yemas de mis dedos
Es un vapor mistificado
Es una espiral incierta
Acaricia mis pensamientos
Los alienta a salir del cráneo
Los incita a escapar de ahí

¿Qué es el presente?
¿Qué es la realidad?
Cuando la mente viaja libre
Y el cuerpo se pudre lentamente

Existe un mundo perfecto
Donde llorar es bueno
Las lágrimas brotan pesadas
Para crear ríos rosados

Existe un mundo perfecto
Donde reír es bueno
La risa vibra poderosa
Para expandir estrellas hermosas

Existe un mundo perfecto
Donde bailar es bueno
Es mejor que caminar
Avienta soplidos de color

Existe un mundo perfecto
Donde volar es bueno
Es mejor que arrastrar
Las penas sobre la espalda

Vive un mundo perfecto
Vive dentro de mi
Pero vivo yo en uno imperfecto
Más que eso: impertérrito
Que no se conmueve, sin alma

Es un mundo insensible
Se ríe pero de nada
No llora pero hace llorar
No vive y no deja vivir
Ansía nada y a la vez todo

Es un mundo irascible
Que viola
Que mata
Que sangra
Que se escuda en el azar

Yo vivo y a la vez no vivo
Porque nunca he vivido aquí
Me dicen que estoy mal
Que mi realidad no quiero ver

Es mi realidad la que no conocen
Es mi realidad la que no entienden
Es imaginación la que carecen
Son alas que les cortaron

Existe un mundo perfecto
Lástima que no se pueda ver
Mi alma lo conoció mucho antes
Que el mundo que me vio nacer

sábado, 31 de marzo de 2012

Soy mujer...porque...¿?

Cuando algunos ven a nuestra época como apocalíptica o decadente, yo la veo como una era de transición. Y si tienes una visión cíclica del tiempo, eso es lo que un final significa: el comienzo de algo más. La humanidad ha perpetuado, a lo largo de muchos siglos, algunas actitudes hacia la vida que no podemos pretender borrar o cambiar en unas cuantas décadas. Y toda actitud tiene su razón de ser, casi siempre práctica. Incluso los malos hábitos nacen de alguna necesidad buscando ser satisfecha, o de un problema buscando ser resuelto. Por supuesto, no se puede esperar que una solución pruebe ser definitiva a través del tiempo: lo único constante es el cambio.

Últimamente, me viene mucho a la cabeza el tema del rol de las mujeres; algo que a veces, y en algunos contextos, puede llegar a ser tabú. Las opiniones al respecto parecen estar completamente extrapoladas: se está en el blanco o en el negro, y no hay áreas grises (o no se les admite, aunque sí existan en la vida diaria). Y pienso en ello, obviamente, porque soy mujer y porque los papeles que la sociedad me quiere imponer son muy diversos, y la mayoría de las veces, contradictorios. Lo sé, hablo de la sociedad como un ente homogéneo, pero espero se entienda lo que quiero decir: que mi uso de la palabra sociedad comprende una gama de grupos, individuos, medios de comunicación, tendencias, actitudes, suposiciones, mensajes masivos, etc.

Y tengo que decir algo (a riesgo de sonar necia, ingenua, pretenciosa o sabelotodo): No concuerdo con ningún punto de vista y el tema en general me parece irremediablemente inconcluso, complejo y profundamente arraigado al contexto. ¿Qué es ser mujer? La discusión de los géneros es cada vez más difícil de abordar, ya que la biología no prueba ser para nada determinante. Me voy a poner más coloquial y específica: la sociedad contemporánea y occidental (parece que) quiere que seamos santas, vírgenes, prostitutas, empresarias, madres abnegadas, fierezas, femeninas, masculinas, excelentes deportistas, artistas natas, talentosas cocineras, que seamos ejemplos de virtud, pero que ingiramos alcohol y fumemos cigarrillos en enormes proporciones; que seamos sensibles, pero que por favor no lloremos; que nos casemos de blanco y en la Iglesia, pero que seamos liberales y que no nos casemos porque eso es signo de debilidad, sometimiento y docilidad; que amemos a los hombres, pero que a la vez los tratemos con superioridad y que bajo ninguna circunstancia los necesitemos; que seamos femeninas, pero no demasiado; que tengamos cuerpos perfectos y esculturales, pero que no sean resultado de operaciones porque eso repugnante; que seamos inteligentes e intelectuales, pero que por favor seamos sexy al mismo tiempo…En fin, se entiende la idea, ¿no?

No puedo contar las veces que me he encontrado comentarios apasionados en las redes sociales, en programas de televisión, películas, conversaciones con otras mujeres y diversos medios, sobre lo que las mujeres somos y debemos hacer. He conocido mujeres – que se hacen llamar feministas – cuyo objetivo pareciera borrar cualquier rasgo de igualdad entre géneros, ya que su meta en la vida es demostrar lo mejores que son en comparación a los hombres, cómo podrían regir el mundo sin la necesidad de su existencia (a menos que sea para fines reproductivos, y tal pareciera que buscan la manera de prescindir de ellos incluso para ello), y cómo son seres superiores, sin defectos, perfectos en toda la extensión de la palabra. También he conocido mujeres que rechazan a éstas primeras mujeres (y hasta hacen cara de asco, literalmente, al hablar de ellas), porque las consideran desnaturalizadas, incongruentes, masculinas, soberbias y completamente adversas a todo lo considerado femenino. Son mujeres que hablan de la realización de la mujer a través de la experiencia milagrosa y sagrada de ser hija de alguien, hermana de alguien, esposa de alguien, y por supuesto, madre de alguien. Y ésta última experiencia es particularmente delicada para ellas: es la epítome de la femineidad, no existe algo en la tierra que pueda comparársele, es sublime, y ninguna mujer es feliz sin experimentarlo (cabe mencionar que bajo sus ojos, tampoco existe otra madre más perfecta o entregada que ellas mismas).

Lo que es horrible es ver cómo se lanzan insinuaciones, unas a otras, sobre quien es mejor y más…fregona. Y sí, tal vez suena a exageración mía, a una percepción muy polarizada…pero ese es el tipo de cosas que he visto, oído, leído, y experimentado en carne propia. Puedo hablar de mí misma. Cuando no tenía novio, era una perdedora (quizá lesbiana) que no tenía remedio. Cuando tuve novio, me preguntaban que para cuando la boda. Cuando me casé, me inventaron un chamaco (y cuando eso ya no era excusa, entonces era un deseo irremediable por huir de casa). Ahora, es urgente que tenga bebés (porque si no, me pasarán cosas horribles en el parto), pero es urgente que pronto me haga directora de una empresa transnacional o descubra la cura para el cáncer, porque si no entonces sería sólo una mantenida, falta de carácter y mujer irrealizada. Y si me visto de minifalda, soy una p… Y si me visto de pants, soy una fachosa; si me visto de falda larga, seguro mi marido es un celoso; si traigo escote a las señoras se les salen los ojos de la impresión; si ando tapadita, mis amigas me ven como una amansada. ¡No hay cómo darle gusto a nadie!

Y es que…¡No deberíamos querer darle gusto a nadie! Simplemente no creo que tener un hijo me haga más mujer. Ser mujer no significa “atender” a mi marido (palabra favorita de las mamás, suegras y abuelas), pero tampoco soy más mujer si lo hago sentir menos que yo, o compito todos los días por demostrarle que soy mejor. La igualdad implica que somos iguales (cosa que no somos, afortunadamente, si no, ¡qué aburrida sería la vida!), es decir, que nadie es más valioso, más humano, más inteligente, más hermoso o mejor que el otro, simplemente por pertenecer a un determinado género. No soy mujer por ser una experta en la cama, ni por ser una virgen que generaciones pasadas podrían haber ofrecido en sacrificio. ¿Cuál es la necesidad (y necedad) de etiquetar, simplificar, reducir y resumir a las personas? ¿De asignarles género, cultura, clase social, nacionalidad, raza, etc.? Más que mujer soy un individuo y tengo la certeza de que soy valiosa simplemente a causa de ser. Y no puedo criticar a otra mujer, basándome en el modo en que eligió abordar la vida. Lo que sí es cuestionable es lo que no es auténtico: las decisiones que se toman por conveniencia, por miedo, por odio, por orgullo, por indiferencia, por soberbia, y por cualquier otro motivo o sentimiento negativo, y eso se puede decir de cualquier ser humano.

Pero si una mujer siente la vocación de hacer (o ser) algo, entonces debería ser respetado y celebrado. Si una mujer se siente llamada a ejercer una profesión y entregarse a ella; si una mujer tiene el deseo de ser madre y ser el apoyo, base y guía de una familia; si una mujer decide enfocarse en el mundo espiritual o en la religiosidad; si una mujer quiere ser todas e integrar diversos aspectos de la vida, que la enriquezcan en todas las áreas… Esas, y muchas otras situaciones que no alcanzo a mencionar, me parecen igual de válidas, valientes y necesarias para un mundo diverso, divertido, creativo, inspirador y multifacético.

Bueno, sin afán de terminar esto a manera de discurso motivacional barato, sólo diré que el tema sobre los roles de género es muy complejo y debatible. Definitivamente, la preservación de la especie humana dictaba, en un principio, que hombres y mujeres se dividieran las tareas, talentos y conocimientos. Esa base esencial impulsó el desarrollo de lo que hoy consideramos femenino o masculino. Nuestra realidad superpoblada, multicultural, científica, teológica, tecnológica y globalizada, hace que los bordes limítrofes entre las palabras “hombre” y “mujer” se desvanezcan, se difuminen y converjan en algunos puntos. Me parece una tarea inútil remarcar las palabras, ponerles color, e intentar definirlas en un contexto determinante, concluso y absoluto. Es parte de una serie de etiquetas, las cuales me gustaría abordar en otra ocasión, pero que son bastas y prácticamente innumerables.

Porque, siendo sincera, si un hombre se hace la pregunta de qué lo hace ser hombre en la actualidad, se encuentra en los mismos problemas, incertidumbres, paradigmas y prejuicios que una mujer…

lunes, 12 de diciembre de 2011

Las dos torres



Son altos edificios que se tambalean,
En los que mis pesadillas refugio encuentran.
Largos pasillos cargados de espejos,
Cristales amargos que no generan reflejo.
El metal tiritante que lleva hacia el fondo,
Provee esperanza, parece algo roto;
Que baja en jirones de viento en escombros.

Más ellos se erigen cual torres atadas
A una tablero invisible de piezas mundanas.
Gigantes rompen los vientos del este;
Imponentes conceptos que perturban la mente.
La huída es sencilla hasta que se imprime
En los pies la gran huella a cuadros. Decidme,

¿La espada se forja sobre metal oxidado?
¿El guerrero entre sombras es olvidado?
¿Sombras de torres, de monstruosos reinados?
Y así un suspiro del caballero que pierde,
Pues torres son torres que nada sienten;
Que proyectan oscuridad sobre el corazón herido
Sin palabras dejan al rebelde abatido. 

lunes, 5 de diciembre de 2011

Leer...¿será malo para la política?


Hace tiempo que me interesaba abordar el tema del conocimiento, pero creo que, debido a los hechos recientes en el ámbito de la política mexicana, éste es un buen momento para escribir al respecto. A pesar de que no es mi intención centrar mi comentario en la política partidista (lodazal escabroso en el que se ensucian aquellos con intereses particulares y de naturaleza sospechosa), sí quisiera contextualizar mis pensamientos en el peculiar resbalón (por no llamarlo de otra manera) de Enrique Peña Nieto, en el marco de la Feria Internacional del Libro. Si no saben a lo que me refiero, les dejo el siguiente link a You Tube: http://www.youtube.com/watch?v=C3NKGfoTACg&sns=fb.
¿Listo? Muy bien. Lo primero que llama mi atención no es el hecho de que un pre-candidato a la presidencia de México carezca de una educación fundamentada en la literatura, la historia y la cultura en general. No. A estas alturas, hemos podido observar, a través de los ojos de las televisoras nacionales y mundiales, errores garrafales cometidos por personas elegidas “democráticamente” para ser representantes de sus respectivas naciones. México no ha sido el único país en hacer despliegue público de gran ignorancia y actitudes prejuiciosas; todos presenciamos (con horror, en mi caso) los desatines descomunales del ex-presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, George W. Bush. 
Lo que verdaderamente llama mi atención es la despechada justificación que han aportado los valerosos defensores del partido tricolor: no importa que Enrique Peña Nieto haya demostrado ser un iletrado (aunque forme parte de un nivel socio-económico de élite, con acceso prácticamente ilimitado a cualquier forma de educación y cultura), de todas formas, ¿a poco los que critican realmente son tan cultos? ¡Si nadie lee! Este es el legítimo y aristotélico argumento de quienes defienden un suceso tan lamentable. En este momento, hago una pausa, me detengo a ver la pantalla de la computadora, atónita; porque no puedo comprender la magnitud de la ignorancia en dicho “razonamiento”, la cual supera en gran medida al disparate de Peña Nieto. Me parece que es algo así como “Ah, ¿sí? Pues, pues….¡tu mamá también!”
Entonces puedo abordar el asunto que verdaderamente me interesa: vivimos en una especie de seudo-nación, seudo-sociedad y seudo-civilización, carente de cimentación en el progreso y mejora constante de la raza humana, de los elementos intrínsecos que la separan de los animales y se sus impulsos primigenios. Cuando la imprenta fue creada, y con ésta la posibilidad de que miles de textos fueran difundidos, inició una nueva etapa inimaginable en la historia de la humanidad. Fue un gran paso inicial hacia la educación de las masas, y con esto, hacia la futura lucha por la democracia. La cual, por cierto, Platón afirmaba inexistente y falaz si el pueblo que elige a sus gobernantes es ignorante.
Sin embargo, y paulatinamente, el pueblo, la masa y los individuos, se alejan de la cultura y la sabiduría, de manera inconsciente, pero voluntaria. La tecnología nos abre puertas a nuevas formas de transmisión informática y conocimiento, pero definitivamente es más divertido hacer uso exclusivo de ellas para el ocio y el entretenimiento. Aclaro que me refiero al concepto actual que se tiene del ocio, y no a su sentido original en la Antigua Grecia, que hacía referencia al momento de gran introspección y reflexión que lleva a la revelación de grandes conocimientos. Pareciera que, como especie, sabemos crear herramientas, pero muchas veces no las sabemos usar. No me extraña entonces que, volviendo al tema de la imprenta, uno de los libros más extendidos en aquel tiempo fuera el macabro Martillo de las brujas, cuyo contenido alentaba a la intolerancia de género, la violencia y la misoginia.
Me parece una situación lastimosa. Leo con tristeza la indignación ingenua de los priístas; porque dicha indignación está mal encaminada. Su enfado debería alentarlos a exigir un mejor candidato, o la superación personal y profesional del mismo. Debería empujarlos a trabajar en su partido; en desarrollar mejores políticos, no sólo maquillarlos, engomarlos y abrillantarles los dientes para que luzcan perfectos. Mejor sería perfeccionarlos de manera integral, en todas las facetas de su persona, para que realmente fuesen merecedores representantes del pueblo. Puesto de otra manera, los mejores corredores de la carrera, y no los que simplemente consumieron esteroides.
Por supuesto, los demás partidos deberán “echar las barbas a remojar”. Los que se vean reflejados en la metida de pata de Peña Nieto, deberán utilizar su tarde de domingo para darle una repasadita a los libros que, seguramente, han de fungir como decoración en sus ostentosos libreros de madera. Quizás, también podrían asistir a más eventos culturales (música, danza, tradiciones milenarias, pintura, fotografía, etc.), y encontrarían que hay mayores placeres en la vida que acumular bienes, poder y dinero. Porque, de verdad, sí los hay. Son placeres que, a diferencia de los anteriores, sí podemos llevarnos a la tumba. Consisten, no en el conocimiento por el conocimiento, o por la ambición de la erudición, sino en el disfrute de la vida, de las expresiones culturales que nos hacen humanos, que nos enriquecen, y que nos dan la capacidad de relacionarnos con el otro, por muy diferente que éste sea.
Ya sé. Me leo muy utópica. Disculpen mi ilusoria aspiración a las cualidades más harmónicas y bellas de los seres humanos. Es algo que adquirí en las muchas páginas de grandes aventuras, historias mitológicas y fantásticas, relatos bíblicos, poemas, biografías, ensayos y anécdotas de autores que así pensaron en su camino por la vida. Jamás he podido (ni querido) cambiar esa parte de mi personalidad, por mucho que me fastidiaran los tantos peñanietos de la vida, cuando encontraba gran satisfacción en abrir un libro, y leer.

jueves, 6 de octubre de 2011

Hace un siglo, y hoy también.

He tardado mucho en escribir algo para este blog, y no ha sido por falta de ideas, sino por falta de tiempo. (Aunque esto es una mentira, siempre hay tiempo, pero también hay malas maneras de administrarlo).

Originalmente, tenía en mente escribir sobre un tema diferente al que me propongo abordar. Me parece más importante hablar de algo que he presenciado en los últimos días. Pero como siempre, se debe comenzar por el principio.

Tengo una memoria un tanto peculiar. Recuerdo incidentes de prácticamente toda mi vida. Me acuerdo incluso de cosas de cuando era bebe. Una de esas cosas raras, que aún puedo evocar en mi mente, sucedió cuando yo iba en sexto de primaria. Era la primera vez que estudiamos Historia Universal. Por supuesto, las dos grandes guerras mundiales fueron el objeto central del curso.

Cuando leí acerca de la Gestapo, de los abusos infligidos no sólo a judíos, sino también a gente morena o de color, gemelos –quienes se creía eran una anomalía genética –, personas con discapacidades, y ancianos, me costó trabajo creer que la raza humana fuera capaz de tanta atrocidad.  No lo podía creer. Sentía que estaba leyendo algo de ciencia ficción; quizás alguna de las historias de terror que tanto me gustaban. Pero no. Era realidad, y más valía estudiarla para aprobar los exámenes.

A pesar de mi gran desaprobación y repulsión ante el asunto, también sentí un gran alivio. En la escuela, en mi casa, y en el mundo exterior en general, yo percibía cómo era mal vista la discriminación e intolerancia, en cualquiera de sus facetas. Si el mundo había vivido tales aberraciones, ya no volverían jamás. Así me lo aseguré a mí misma.

En la escuela secundaria, preparatoria y universidad fue igual. Leí libros muy inspiradores, como “Roll of Thunder, Hear my Cry”, una novela que habla sobre el racismo en el sur de Estados Unidos durante la primera mitad del siglo pasado. Escuché innumerables veces el famoso discurso de Martin Luther King, “I had a dream”. Recuerdo el horror que me produjo la Santa Inquisición, con sus persecuciones y ejecuciones a mujeres, judíos y básicamente cualquier persona que hiciera algo remotamente sospechoso o a la que se le pudiera inculpar por medio de influencias que le desearan algún mal.

Todo esto forjó en mi una manera de ser; una manera de pensar. A lo largo de mis escasos años de existencia, he conocido personas que son increíblemente diferentes a mi, y que por lo mismo, han aportado valiosos aprendizajes a mi vida. Y me refiero a gente en todos los aspectos: que profesan diferentes creencias, de diversas nacionalidades, de distintas preferencias sexuales, en fin, diferentes hasta en cosas más sencillas, como la forma de comer, las costumbres y roles familiares y sociales.

Sin importar si esas personas me trataron bien, mal, o con indiferencia, de todas aprendí algo. De todas y cada una de ellas. El haberlas conocido me ha hecho una persona más rica, cultural, espiritual y socialmente.

No obstante, existe aún mucha gente que no piensa de esta manera. Su ideal de la vida es rodearse de personas que piensan exclusivamente como ellos, criticar a los que no lo hacen, e intentar convencer a la mayor cantidad posible de personas de adoptar sus ideales. Encuentro artículos, noticias, correos, y opiniones que vociferan argumentos críticos sin fundamento, hacia personas cuya existencia les molesta por una muy simple cuestión: son diferentes a ellos.

Leo la denominación “nacional socialismo americano” y no puedo evitar sentir retortijones en el estómago. Se trata de neo-nazismo al estilo Norteamericano; un movimiento que habla sobre la “supremacía blanca”, y sobre las supuestas conspiraciones de mexicanos y afroamericanos (entre otros), para llegar al poder absoluto de la nación. Un discurso muy parecido al de Hitler, sólo que en su obra “Mein Kampf”, se trataba de judíos.

Lo que me parece absurdo, es la ignorancia con que hablan estas personas, la carencia de cultura y educación, y la falta de un buen argumento para sus ideas. Son libres de decir lo que les plazca…Pero no puedo negar que me irrita leer y escuchar sus disparates inconscientes. Por lo pronto puedo afirmar, que cualquier persona que haya sido afectada por la Segunda Guerra Mundial y por el Nazismo, sea alemana o judía, se la pensaría dos veces en regresar a una manera de pensar tan retrógrada.

Al menos yo puedo afirmar, como mitad alemana, y descendiente de una familia que vivió la guerra, que no es una cosa para tomársela a la ligera. Existe un miedo profundo, palpitante, de que algo así pudiese volver a suceder. Como diría la popular frase de habla inglesa: “Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo”. Y parece ser que, a principios del siglo XXI, existe gente a la que se le olvida.

También me encontré con diversos arranques de ira en contra de las festividades de octubre. Cual cacería de brujas, existen personas que difunden partes de la historia mundial de manera tergiversada, que hablan de celtas y druidas como si de satánicos se tratara, cuando no existen rastros ni pruebas históricas que soporten esto. Se mezclan tradiciones y costumbres con temores infundados. En fin…Torquemada habría sido feliz de aceptarlos en sus filas de inquisidores.

¿Por qué lo diferente nos da tanto miedo? Como si la muerte, la enfermedad y las guerras no fueran suficientes. ¿Por qué enfocarnos siempre en lo malo del otro, en lugar de lo valioso?

Por mi parte, siento tristeza. Son personas que nunca aprenderán el gozo de oír una canción hindú, porque no entienden lo que dice. Nunca podrán aprender de los fuertes y cariñosos lazos que unen a las familias mexicanas o afroamericanas, sólo porque su piel es diferente. Nunca podrán meditar en armonía con la naturaleza, porque su religión no les enseña acerca de ella. Nunca podrán viajar y conocer el mundo, porque en el momento que salgan de sus casas, se sentirán amenazados. Y todas estas cosas, son vivencias afortunadas, que enriquecen el alma, que forjan el carácter y que ayudan a recordar que cada uno de nosotros somos parte de un todo, que no estamos solos.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El nacimiento de un nuevo blog.

He encontrado que la expresión es un arma de dos filos. Es como dar a luz a seres frágiles y cristalinos, que al salir del maravilloso mundo de las ideas, quedan expuestos a la intemperie arenosa de lo que llamamos Realidad.
Por lo tanto, me lo he pensado varias veces antes de exponer mis ideas al público, a los demás, a ti. No obstante, el pensamiento ha sido demasiado insistente, y me encuentro sucumbiendo ante su terquedad.
Así que bienvenido o bienvenida seas, a este espacio donde publicaré aquello que la mano quiera escribir a voluntad, corriendo el riesgo de que te fastidie lo que encuentres, te identifiques con ello, te produzca emociones o que, tristemente, te resulte indiferente. (Aunque te puedo confesar, ya que estamos de alguna manera conectados por este lugar virtual, que prefiero cualquiera de las primeras a esta última).
Por supuesto, pido que respetes la integridad y autoría de lo que leas, ya que sería muy lamentable que necesitases robar estas palabras o imágenes, en lugar de crear las tuyas, ya que denotaría una extrema e irremediable falta de personalidad, alma e inteligencia. Fuera de esta breve advertencia, ¡que te sea agradable este sitio y buen provecho!