Es extraña la mente humana. Aunque esto sólo puede ser
considerado bajo parámetros humanos. Mi mente es extraña para mi misma; aunque
no sé si le resultase bizarra a otra criatura, viva…o no. Pensamientos
arbitrarios cruzan mi mente. De todos, quiero hacer una historia;
transformarlos. Agarrar un hilo y otro, y de la gran madeja, hilar algo
congruente. Nunca dejo de pensar. No puedo. Es una obsesión. Pienso en la
ducha; en el baño, en la cocina, en el auto, en las conversaciones, en los
cafés, en el trabajo, en las películas, en las reuniones familiares, en las
fiestas, en las escaleras, en los viajes…en sueños.
Y esto no es una forma de
autocomplacencia. No es una patética excusa para jactarme de lo pensadora que
soy. Al contrario. Pienso porque no comprendo. La confusión, la incomprensión y
la curiosidad me llevan a pensar…y pensar, y pensar. Me ocupo y me preocupo. Y,
de alguna manera, me “post-ocupo”. A veces tengo el temor irracional de que
todos esos pensamientos pasan, intrascendentes. Viven y mueren solitarios. But then again, so do we…
A menos de que
exista un mundo de la ideas, como decía Platón. Quizás, allá viven. En algún
lugar, más allá de mi cabeza. Porque, ¡qué lugar tan abarrotado es mi cabeza! No
creo que tengan mucho espacio allí dentro. Ahí, donde conversaciones enteras
ocurren; las voces de los personajes de la infancia, del temor, del deseo, de
la esperanza, del cinismo, de la ingenuidad, de la imaginación, de todas y cada
una de esas estrellas en el firmamento de la mente.
Ahora que lo pienso, la
mente humana es muy parecida a la bóveda celeste de una ciudad iluminada. Son
escasas las estrellas que podemos atisbar. Son contadas las constelaciones que
podemos apreciar, y más aún, comprender. Y en la oscuridad, opacadas por una
luz artificial, quedan todos los demás cuerpos cósmicos. Tan incompleto es
nuestro conocimiento sobre las “cosas”, la “realidad”, el mundo, el
conocimiento en sí, y por supuesto, nosotros mismos.
Son sólo algunos los que
se aventuran a tomar un telescopio e intentar ver más allá. Pero los
pensamientos que estos valientes seres pueden llegar a tener, son tan frágiles,
intangibles e inmateriales, que pueden irse, tan rápido como los impulsos
eléctricos que los generaron. Algunos quedan en palabras habladas, o en papel,
o piedra – o en un archivo digital. Mas, ¿qué es lo que queda ahí? ¿A qué
porcentaje equivalen, de la idea principal? Nuestro lenguaje escrito es quizás
incapaz de transmitir todo lo que representa un pensamiento, una idea.
¡Cuánto
se pierde en el proceso del lenguaje! Todo, y nada, a la vez. Porque de alguna
manera el pensamiento vive, existe,
en esos símbolos fonéticos llamados letras. Pero su existencia queda irremediablemente parcial, quebrada, fragmentada… incompleta. Entonces, pienso
que las ideas sí deben existir en algún “lugar”… Porque se parecen enormemente
a los humanos. Y nosotros existimos… ¿Cierto?